Adrián llegaba al restaurante con las expectativas de conocer a alguien con quien tener una conexión. «Me gusta gustar a las chicas, caer bien, estoy aquà para encontrar a alguien que merezca la pena y dejarme llevar (…) Aunque sea buena persona, educado y guapo, es complicado encontrar una chica que merezca la pena«.
Sobre su prototipo afirmaba que le gustaban las latinas por «su acento, son cariñosas, muy serviciales, muy atentas«, asà que el programa parecÃa haber dado en el clavo cuando Idayret, una joven cubana de 23 años afincada en Madrid, entraba por la puerta.
«En el amor he tenido suerte, los hombres con los que me he encontrado han sido muy cariñosos, al inicio son muy atentos, luego han sido obsesivos, se transforman, se ponen celosos», explicaba ella. «Habéis acertado, me ha encantado«, decÃa él.
Todo iba bien…
A medida que iba transcurriendo la cita, ambos iban conversando sobre lo que habÃan hecho en el pasado y sus profesiones. Él, profesor de tenis, habÃa trabajado como agente de viajes; ella estuvo durante cuatro años en la Escuela de Deporte de Cuba y ahora le gustarÃa abrir un negocio, pero «no tenÃa idea de qué«. Lo que sà tenÃa claro: «trabajar yo, no«.
El punto de la discordia
También hubo lugar para hablar de relaciones anteriores; Adrián se sinceraba diciéndole que todas sus parejas habÃan sido latinas y advertÃa: «pero también hay que tener cuidado con quién andas porque muchas están acostumbradas a que el hombre siempre pague«. «Es normal«, decÃa ella entre risas.
«Pero eso es machismo, no cultura. No es lo correcto«. «Para ti«, matizaba ella. «Él simplemente es tacaño, el feminismo es la excusa«, insistÃa.
Y acabó de explotar
Poco después, llegarÃa la pregunta (y la respuesta de ella) que dinamitarÃa la cita. «¿A qué te dedicas? ¿Qué has hecho en tu vida? ¿Cuáles son los trabajos has hecho?«, le preguntaba Adrián. «Pues yo siempre he sido mantenida por mi novio. Me han facilitado todo, no he tenido necesidad de trabajar. Por aburrimiento sà lo he hecho«.
Adrián no daba crédito a lo que estaba escuchando. «Qué lástima, ¿no? Tienes que hacerte valer como mujer y decir, no voy a depender de ningún hombre. Yo tengo dos manos y con estas dos manos voy a hacer cualquier tipo de cosa».
El cara a cara final
Idy se reÃa ante las palabras de Adrián y, en la sala, Adrián no podÃa creer que fuera real. «¿Esta mujer es de verdad? Me parece vergonzoso que haya mujeres asÃ, que dependan de alguien, que si no tienen a alguien no son nada».
Tras la cena, llegarÃa el momento de la decisión final y el tenso enfrentamiento que ambos tendrÃan… y alguna que otra perlita que ella soltarÃa.
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Fuente: cuatro