El restaurante Balthazar de Nueva York se ha convertido recientemente en uno de los comercios más ‘involuntariamente generosos’ del mundo al ‘regalar’, de forma accidental, una botella de vino valorada en 2.000 dólares a una pareja que pidió el vino más barato de la carta.

El vino en cuestión era una botella de Mouton Rothschild 1989 y, ciertamente, después de probar eso, dudo que la afortunada pareja pueda probar otro vino sin que le sepa a agua sucia.

La historia mejora con los años

Toda esta historia tuvo lugar en 2002, pero no ha sido hasta ahora que el propietario del local, Keith McNally, ha decidido compartir la viral historia. La cuestión fue que, mientras que la pareja había pedido un vino de ‘apenas’ 20 dólares, otra mesa cercana de empresarios de Wall Street había pedido el lujoso vino en cuestión. El camarero, que había vertido ambos vinos en unos decantadores iguales, los confundió a la hora de llevarlos a la mesa.

Lo divertido de todo esto es que los empresarios que habían pedido el vino, al probar el más barato, quedaron ‘extasiados’: «probó el vino barato antes de estallar en éxtasis por su ‘pureza'», reconoció McNally. Los que pidieron el vino barato bromearon con haber estado bebiendo un vino caro con el camarero… y es que tenían más razón de lo que pensaban.

Un error que se paga caro

En un momento determinado, ya avanzada la cena, el propietario del restaurante se dio cuenta del error y, ciertamente, no sabía dónde meterse… y es que es normal: había una diferencia de casi 2.000 dólares entre una botella y la otra.

Informaron a ambas mesas de lo ocurrido y, evidentemente, dejaron que la pareja que había pedido el vino barato se acabase el Mouton Rothschild 1989. El dueño del local aseguró que era impensable ‘quitárselo’ a esas alturas de la velada (habría sido bastante feo, la verdad).

Final feliz

Por otro lado, la mesa de los empresarios de Wall Street que, al principio, se habían mostrado ‘encantados’ con el vino que habían pedido (que no era tal), ahora aseguraban que se habían dado cuenta de que ese no parecía el vino que se habían pedido. A estos últimos se les compensó con otra botella, y la cuestión es que, al final, todo el mundo quedó contento.

Una cosa que no sabemos es qué pasó con el camarero que se confundió de botella. Esperamos que no lo pusieran de patitas en la calle, pero lo cierto es que al restaurante el error le salió bastante caro.

 

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Por lo demás, lo que sí se ha llevado este restaurante es una curiosa y divertida historia, que siempre hay que ver el vaso medio lleno.

A vosotros, ¿os ha pasado algo parecido en algún restaurante? 

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Fuente: La Vanguardia.