El verano está llegando de forma implacable. Los dÃas, poco a poco, van durando cada vez más y más. El sol se cierne sobre nosotrxs más horas al dÃa que hace unos meses y los muñecos de nieve que antaño decoraban nuestro jardines ahora descansan en el cielo de los muñecos de nieve, un lugar lleno de zanahorias, ramitas de árbol retorcidas y nieve, blanca y brillante, por doquier.
Si antes olÃa a chocolate caliente y leña quemada; ahora el olor de la crema solar y la cerveza calentada al sol son los amos y señores de nuestras narices. Las gafas de sol se hacen con nuestros ojos y las sombrillas con nuestras playas.
Pero cuidado: el verano también aguarda ‘enemigos’. No todo es inocuo en lo que a la época estival se refiere. Hay elementos que, aunque a priori puedan parecer insignificantes, aguardan males mayores de los que podrÃamos llegar a imaginar.
Cuando los calendarios marcan estas fechas, es más que habitual ver a muchas personas luciendo los llamados ‘tejanos rotos’ o ‘pantalones que vienen jodidos ya de fábrica y que el mundo de la moda no ha conseguido colar como tendencia’.
Estas prendas deshilachadas guardan un peligro para el que no estábamos previstos: pueden ser una trampa mortal. Una herramienta de tortura digna del mismÃsimo Jigsaw si se lo propusiese.
Son muchas las personas que, recientemente, han compartido su terrible experiencia a través de las redes sociales, documentando sus testimonios con imágenes que diesen fe de lo que nos contaban.
La experiencia de muchas de estas tuiteras es muy simple: una buena mañana, a la hora de decidir qué prenda serÃa la que adornarÃa sus piernas a lo largo de esa jornada, optaron por los ya famosos ‘vaqueros rotos’ o ‘vaqueros de Satán’.
Emprendieron sus quehaceres con la mejor voluntad posible, yendo de un sitio para el otro con la pura intención de hacer lo que tenÃan que hacer de forma eficaz; primando la calidad ante la cantidad.
Todo parecÃa normal; el sol abundaba por esos parajes y era bonito disfrutar, por primera vez en mucho tiempo, de los rayos de sol impactando directamente sobre sus caras… y sobre el resto de su cuerpo, aunque ellas no se hubiesen dado cuenta todavÃa.
Poco a poco fue cayendo la noche; ya solo quedaba volver a casa. Algunas trabajaban más lejos de su domicilio particular; otras más cerca. Al final, todas llegaron y, como es costumbre al volver a casa después de una intensiva jornada laboral, lo primero que hacemos es ponernos cómodos.
Encendemos la tele, sacamos algún refrigerio de la nevera y nos quitamos la ropa con la que llevamos todo el dÃa de arriba para abajo… y ahà se revela el mal: los pantalones que tanto querÃamos, que tantos momentos bellos nos habÃan regalado, nos habÃan traicionado.
Sus costuras desgarradas habÃan dejado pasar sin discreción los potentes rayos del sol y, después de tantas horas de exposición al mismo, el resultado era lo que estamos viendo en estos momentos: un disfraz de cebra de la muerte en nuestras piernas.
Quemaduras de primer y segundo grado a lo largo de sus muslos inmaculados. Marcas de una guerra que no sabÃan que habÃan luchado, pero que habÃan perdido de forma irremediable.
Para advertir al resto de la humanidad de la suerte que podÃan correr si se fiaban de las nuevas modas, compartieron en sus cuentas de Twitter las consecuencias de ser seres de luz, fiados de la bondad de la compatibilidad entre moda y naturaleza.
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