La protagonista de nuestra historia de hoy es una joven que, tras pensar que había encontrado a su príncipe azul (y millonario), acabó de una forma bastante… imprevista. Todo empezó cuando la joven tenía 18 años y quería mejorar su ‘estilo de vida’. Ahora que ya cuenta con 21 primaveras, se ha animado a compartir su dramática experiencia con tal de prevenir a otras jóvenes incautas como ella en el futuro.

Anna Ryan pensó que tenía la vida resuelta cuando conoció a David, un empresario que prometió tratarla como su princesa.

A sus 18 años, estaba cansada de la inmadurez de los chicos de su edad. Pro ello, decidió buscar a un hombre mayor que la tratase de una forma más ‘apropiada’.

Un amigo le enseñó una aplicación móvil en la cual podía encontrar a una pareja para obtener una relación de ‘beneficio mutuo’.

Se inscribió en la web y no tuvo que esperar demasiado hasta que el primer pretendiente le habló.

Un tal James Walsh, un broker que ganaba unos 50 millones de euros al año, quería conocerla.

James se describía como un hombre demasiado ocupado para tener citas y ahora se había cansado de estar solo. Después de intercambiar unos cuantos mensajes, decidieron intercambiar los números de teléfono.

Hablaron durante siete meses y habían conseguido una bonita y divertida relación vía teléfono. Él le enviaba fotos de sus propiedades de lujo y le hablaba del dinero como si no le importase, cosa que a ella le fascinaba.

Cuando decidieron conocerse, a ella le sorprendió que James le pidiese que lo fuese a buscar con su coche a la estación de tren. Ella esperaba ver su Lamborghini, por lo que estaba bastante decepcionada.

Él se presentó a la cita vestido con un caro traje y, durante toda la velada, estuvieron llamándolo varias veces por teléfono, cosa que a ella no le importaba, ya que le gustaba que tuviese ese trabajo.

James pagó la comida en efectivo y ahí pudo ver el caro Rolex que llevaba en la muñeca; todo parecía perfecto.

Siguieron quedando e, incluso, ella llegó a llevarlo a su casa, donde le presentó a sus padres.

En medio de la cena, soltó que uno de sus empleados había cometido una irregularidad en su empresa y, ahora, tenía que pagarle 5.000 euros de multa para poder librarse del juicio. Dado que el problema había sido en su compañía, sus cuentas habían sido congeladas, por lo que no podía pagar dicha multa y que, en ese caso, iría a la cárcel.

Cuando ella se mostró preocupada, él le dijo que no se preocupase, que podría ‘salir adelante’ sin mucho problema.

A la mañana siguiente, ella tenía que irse a trabajar. Cuando le dijo que tenía que irse ya, él volvió con el tema de la multa y los 5.000 euros.

De repente, él gritó: «¡necesito el dinero ahora!».

Empezó a insultarla, a llamarla egoísta y a decirle que si no le daba el dinero ya, se tiraría por un precipicio.

Ella no sabía qué hacer y no pudo más que repetirle una y otra vez que no tenía ese dinero.

Él la obligó con su teléfono a hacerle la transferencia, cosa que ella accedió a hacer por miedo a que le hiciese daño.



Cuando llegaron a la estación, James se bajó del coche y le tiró el teléfono sin decirle una sola palabra.

Ella estaba aterrorizada, estaba atacada por los nervios y no sabía qué hacer.

Buscó el número de teléfono de James en Internet y se dio cuenta de que no era quien decía ser.

Era un tal David Overton, un popular estafador que embaucaba a chicas jóvenes para sacarles el dinero.

Acabó explicándole a sus padre lo ocurrido y, al día siguiente, David ya estaba siendo detenido por la policía.

En febrero de 2017, David fue declarado culpable por fraude y fue condenado a 15 meses de prisión.

Nunca recuperó su dinero, pero Anna está feliz de poder haberlo puesto detrás de las rejas durante un tiempo.

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