Nuestra piel es un reflejo de lo que hemos vivido. Los tatuajes son una forma de darle más dimensiones a esos recuerdos y de remarcar aquello que, con el tiempo, nos ha curtido más. El protagonista de nuestra historia de hoy es un gánster cuya vida estuvo plagada de crÃmenes y depravación, lo que, al final, motivó a que se tatuase todo su cuerpo, incluyendo sus ojos, como un homenaje a su desdicha.
John Kenney, nativo de Australia, tiene 60 años y un cuerpo que está completamente tomado por la tinta.
Estos dibujos son un reflejo de la violenta vida que ha llevado, la cual empezó en su casa cuando tan solo tenÃa siete años de edad.
Empezó robando botellas de leche de delante de las casas para revenderlas luego. A partir de ahÃ, todo fue a peor.
«SÃ, puedes llamarme gánster, muevo drogas, las importo y las vendo… nadie puede pararme».
Kennedy llegó a dormir en los contenedores de basura y, su primera detención, fue cuando tan solo tenÃa 9 años, aunque ni recuerda el motivo de la misma.
«No tuve una buena vida familiar, no habÃa amor ahÃ. Mis padres se ocultaban cosas y mis hermanos también, ya que querÃan a mi novia».Â
«Me violaron la primera vez que entré a un correccional. Algunas veces, traÃan a los mayores para jugar básquet con los más pequeños, y resulta que muchos de ellos eran pedófilos».
Se volvió adicto a las drogas en los 70, llegando a cortarse un dedo con un cuchillo de carne para conseguir una compensación económica en su trabajo. «Lo hice porque necesitaba el dinero para las drogas».
A Kenney le pagaron 12.000 dólares (unos 10.000 euros) y se los gastó en tan solo dos semanas.
Su vida fue una espiral de drogas, violencia, delitos y barras de bar; su cuerpo, un fiel reflejo de ello.
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